Cigarrillo

Yo elegí fumar porque sí, porque fue en su momento un gesto de rebeldía, porque me gusta tener un cigarrillo entre los dedos, porque a veces es agradable el olor que se forma de la mezcla del humo con uno de mis perfumes, porque a veces es un secreto que me une con ciertos amigos, porque sí y ya.


No sé si algún día, como Julio Ramón Ribeyro, mi historia se confundirá con la de mis cigarrillos; no sé si algún día, como a Cristina Peri Rossi, la enfermedad me obligará a dejarlo y escribiré con anhelo sobre el último cigarrillo fumado, "tuve que elegir entre el cigarrillo o la vida —les dije—. Elegí la vida, pero muchas veces pienso que me equivoqué".  No sé si, por el contrario, lamentaré las noches de humo cuando la vejez, la enfermedad y el cansancio me alcancen.


Mucho se me ha cuestionado el vicio. Que para qué, que me estoy matando poco a poco, que el cáncer, que los pulmones, que el asma... Y entonces me vuelvo a la biblioteca, a los autores, a los amados. Cabrera Infante que me dice que nadie le advirtió que la vida también perjudica seriamente la salud; o Luis Tejada, que de manera contundente afirma: "Hay que desconfiar siempre un poco de toda persona que no fuma. ¡Qué otros tremendos vicios tendrá! Porque el tabaco es un delgado canal por donde salen y se dispersan en el infinito nuestros instintos perversos".